Las olas, Virginia Woolf

SE LEE MAL lo que cuesta trabajo escribir. Virginia Woolf se lee mal porque escribe difícil. A su complejidad estilística hay que añadir la época espumosa en que se desenvolvía el arte, su naturaleza peculiar, y la ferralla victoriana enguantándolo todo. Sin embargo, leerla sigue siendo un inquietante desafío crítico, casi extenuante. Leerla bien digo, no como se lee a Proust o a Joyce, yendo y volviendo de la Polinesia en mitad de cada renglón, con intención y sin voluntad.

El desarrollo del psicoanálisis y su influencia es una añagaza recurrente para florear el uso periódico del monólogo interior en los modernistas. De quien en realidad son deudores los buenos escritores de principios del S.XX es de Einstein y de sus primeras formulaciones sobre la teoría especial de la relatividad; sin que ellos mismos lo supieran, según el modo en que Juan Ramón acertó a expresar el influjo del modernismo: lo afectó a todo, más como actitud que como estilo.

“Vivimos arrastrados por la corriente de esas cosas que nos han llegado a ser tan familiares que carecen de sombra.”

Virginia Woolf es la historia de una actitud tornadiza frente a las cosas, también hacia la novela. El éter luminífero y la tiranía de la mecánica clásica newtoniana, que proyectaban una espesa y alargada sombra sobre cualquier intento nuevo de ordenación del mundo desde casi la edad media, quedaron impugnadas por las nuevas formas de hacer y contar la vida de esta delicada señora, capaz de concebir con más aliento, sensibilidad, y éxito que ningún otro, un modelo narrativo nuevo y duradero, introduciendo en el esclerotizado y uniforme campo gravitatorio naturalista del S.XIX las aceleraciones íntimas del yo. Un inexplicable artefacto que aún está por desactivar.

“Demos gracias por no tener la necesidad de remontar esta prosa en poesía; el lenguaje menudo basta.”

Las olas es lo que los menguados dicen más experimental de ella. Más experimental quiere decir ininteligible, y significa raro. La rareza de Las olas es un conjunto de extrañezas sublimes que llegan al entendimiento vía sensorial como un axioma científico indemostrable e irrefutable. Aquí, reformula el principio físico de simultaneidad, desmiente el tiempo y el espacio literario clásico tal como se lo habían hecho conocer, y nos persuade con delicada argucia de que seis vidas completas caben en un solo día, un solo día en trescientas páginas, y trescientas páginas en lo que remonta, se alza, y se abate una ola sobre la playa.

La prosa de la vida queda en suspenso y nos adentramos en la poesía de la conciencia. El tiempo de la narración se convierte definitivamente en una magnitud relativa según el punto de vista del observador. La levísima telaraña que sujeta el texto tiene un par de hilazas maestras; el tiempo lábil que se esponja, se elonga, y se contrae, en analogía con los tropismos del sol y las mareas, un tiempo ajeno a los relojes. Y la sucesión de momentos fortuitos de seis vidas que luchan contra la obstinada determinación de la autora por desdibujar su identidad y ganarse al menos una sucinta biografía. Para expresarlo, más que una técnica narrativa, se muestra ante el lector una analítica intelectual que incluye numerosos elementos. Un mal llamado monólogo interior, que se parece más al flujo de conciencia espontáneo e irreflexivo o a la vida interior del personaje sumados los elementos impersonales, ajenos a él, que intervienen en su existencia; soliloquios teatrales, interludios poéticos descriptivos del movimiento del sol y los ritmos de las mareas, y lo que uno de los personajes reconoce como flechas de sensación, la lechada emocional que arracima los errabundos discursos.

“Pero si un día no vienes después del desayuno, si un día te veo a través de cualquier espejo buscando, quizá, a otro, si el teléfono suena y suena en tu habitación vacía, entonces, después de indecibles angustias, entonces -porque la locura del corazón humano no tiene límites­- buscaré y encontraré un tú como el tuyo. Entretanto, borremos de un golpe el tic-tac del reloj del tiempo. Acércate más.”

Seis vidas desde la niñez escolar hasta la mediana edad compartiendo tenues suturas en hilera sincopada, abundando en la continuidad y la persistencia de los hechos abocados a un inexorable desenlace alcanzado por acumulación no por evolución. En el plazo de un día, simbolizado por la acotación escénica del paso del alba al atardecer, se explora la temporalidad de una vida multiplicada por seis. Seis entidades separadas que se hablan a sí mismas y nunca dialogan entre ellas, donde el texto impreso es una vaga excusa para reunirlos y escucharlos en momentos de sus vidas que pueden o no coincidir, dispersándolos y agrupándolos de nuevo en etapas distintas.

Bernard, el principal cronista, nos aproximará a un bosquejo sensual sobre experiencia y expresión, identidad y semejanza, revelación e intuición, mediante un discurso que no podemos llamar ni habla ni pensamiento, tal vez solo conciencia, pero con la imprecisión implícita que el término suscita. Seis personajes buscando un autor que se nubla y al momento resplandece, como un hermoso Percival caído que al instante retornara a su montura, así Virginia, inmortal, cabalgando siempre entre la niebla.

“Es la muerte contra la que cabalgo, mientras piafamos, lanza en ristre y melena al viento, como un hombre joven, como Percival cuando galopaba en la India. Pico espuelas. ¡Contra ti me lanzaré, entero e invicto, oh Muerte.”

“El artista va también de la palabra a lo vivido: la expresión constituye la única experiencia original de la que es capaz”.     -E.M.Cioran-

4 comentarios en “Las olas, Virginia Woolf

  1. fran

    literatura es comunicacion y las florituras que hundan puentes sobran. La genialidad nunca se engrie, se contempla a si misma con naturalidad, y obedece a la maxima de que lo complejo debe ser absolutamente comprensible.

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  2. Bego

    ¿Que Virginia Woolf se lee mal porque escribía difícil? Ya no me sorprende habiendo leído todo tu blog. V.W. es una de las autoras que más claramente nos describe los paisajes internos y externos, y desde luego lo hace sin un ápice de cursilería, florituras o adjetivación innecesaria. Sus imágenes son claras y en eso radica precisamente su fuerza. Cuando en su diario habla del final de su amistad con Vita y lo compara con una fruta madura que cae por sí misma del árbol, ¿te parece complejo y difícil? Hay que aprender a leer, hay que educar a nuestra mente.

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    1. michelstaedter Autor

      Vaya, aunque apenas la recordaba, yo creía que me había salido una reseña muy laudatoria, porque yo, al igual que usted, también amo a Virginia. Siento haberla molestado. No dude, sin embargo, en pasarse por aquí para decir cualquier cosa, lo que quiera. Gracias, un saludo.

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      1. franplan

        Pero hombre, no tienes que cambiar de opinión por una regañina. Seguro que una de tus fantasías es que una mujer vestida de cuero te azote el culo

        ayayayay viciosillo!!!!

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