A bordo del naufragio, Alberto Olmos

hhh

RECUERDO QUE Los detectives salvajes me pareció una aburrida novela juvenil escrita por un señor empeñado en escribir libros gordos olvidadizo de que lo suyo era la corta y media distancia. Había muchachos por los tejados en ciudades protuberantes creo, persecuciones, un desierto o algo, y escritores decadentes de veinte años. También recuerdo que se follaba mucho, o bastante, vamos. El follar mucho intensifica el infantilismo de las novelas noveles me parece a mí.

En este libro que ahora cuento no se folla nunca y es un error. Al menos para el personaje, porque ésa y otra no (aunque nos trate de despistar) es la causa mayor de sus problemas.

La historia no la hay. Hay una segunda persona obsesiva diciéndose cosas feas a sí mismo. Yo no digo monólogo interior que suena manido y fatuo, yo pongo diálogo para dentro y ya está.

La acción es un muchacho diciéndose cosas para dentro de sí una mañana entera por Madrid de metro en metro, y eso es mucho decirse. Se levanta de la cama enfermo y depreciado y va disminuyéndose en progresión al avance del día. Del entresuelo varado  sale a la mañana fría y desprovista  del barrio obrero camino de la universidad en la otra punta de la desolación.  Las amonestaciones a su persona se yerguen monumentales como las llamas de un aquelarre por todo lo alto, le emboscan las entendederas y terminan secuestrándole el cerebro, que se disipa entre espumarajos y reniegos de la comunidad estudiantil paredaña primero y del orbe todo después.

Ya sé, ya sé. Ludibrios de inadaptado, feo, pobre y además lector, que las desgracias nunca vienen solas. Lleva una mochila cargada de libros que saca y vuelve a meter sin ton ni son, como por excusa o por disimularse la mirada. Los cuatro duros mal contados para el metro y la palmera de chocolate que tiene, se le van cayendo a las manos de los menesterosos despreocupadamente. Los desarreglos de dentro se le traslucen afuera, es huraño y astroso. Es el raro. Sin vida social pero con un mundo interior acojonante, como un cuadro de El Bosco.

Hay digresiones narrativas modernistas hacia una  puericia rural, agropecuaria, y un drama que se nos oculta con veladuras de sintaxis que velan poco porque  pronto se sabe de una infancia sin juguetes, una madre sin honor o esto. También hay unos abuelos dominantes y castradores en el origen del trauma, padres forzosos por interposición o disidencia de los titulares.

Madrid y la universidad de periodismo son un desengaño y, pues que la vida es un error, dice de volverse al campo, a Segovia, de resinero.  Se va consumiendo por las rumias constantes, la indómita flagelación, los pensamientos abrasivos fluctuantes, de la autocompasión pasa  a la ojeriza montaraz y vuelta la burra al trigo. No pensar, no pensar, piensa, pero nunca lo hace, porque la acción está supeditada al pensamiento y el pensamiento lo inmoviliza. Aquí es lo de la cola y la pescadilla. No quiere dejar de pensar o no puede dejar de hacerlo, aunque las más de las veces el pensamiento no es un pensamiento, no tiene esa jerarquía, es sólo una ocurrencia traída por los pelos (que se le van cayendo también) a propósito de un odio repentino, un dolor ágrafo, un mujerío codiciable, una esquizofrenia a su albedrío…

Sin aflojar el cilicio ni morigerarse  va construyendo la mañana en que ocurre el libro, y el armagedón que sigue sin venir. Una putada. Entonces repiensa lo de volverse a la era y al océano cereal castellano, menos antípoda que la cacherrería de Madrid, y se determina a marcharse, no sin antes cobrárselas todas juntas y resarcirse de tanta intemperie y malquerencia apilada en su individuo intrínseco. Decide ingurgitarse una botella de Ribera del Duero y robar un libro de Pessoa en El Corte Inglés. Tal cual.

A la novela le faltan más cagondioses altoparlantes,  que muchas veces parece estar dicha para un concurso de la tele. Las referencias librescas son estándares y las musicales son del Superpop. A uno le cuesta creerse los infiernos del muchacho cuando cita a Aleixandre o al noventayocho, lleva una camiseta de Dire Straits y habla de Nicholas Cage. Pero oye, no todos los infiernos arden a la misma temperatura, hay infiernos también de fuego lento o vitrocerámica que también queman.

No voy a poner lo de novela iniciática porque me suena a lo que dicen todos. Es una novela de inicio de escritura. Vamos que uno le viene la gana  recia de escribir a una edad y a tal hora y no hay más cojones que escribir una novela así, sin oponerse a ello, como un retortijón. Me parece bien que un joven a esa edad  hable de esto y no de creerse Thomas Mann reescribiendo  el  siglo diecinueve.

La novela se lee sola y a mí me ha divertido. Los detectives salvajes no tanto.

El acto del suicidio es terriblemente grande. Pero aún parece más agobiante suicidarse cada día…    -E.M. Cioran-

 

7 comentarios en “A bordo del naufragio, Alberto Olmos

  1. julian bluff

    A mi recordó al Pascual Duarte, cambiando los «cuarenta» y la deep Castilla, por los «noventa» y Usera. Y la garrota de apalear el perro por la palmera de chocolate. Que, al fin y al cabo, son las dos igual de letales. Muy buena crítica. Como siempre.

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    1. michelstaedter Autor

      Gracias por pasarte por aquí bluff. A mi el libro no me ha dejado indiferente; creo que es un libro muy duro, aunque yo haya querido quitarle hierro al asunto pero, efectivamente, tiene reminiscencias tremendistas actualizadas a la modenridad, a las circunstancias particulares de Olmos claro. Y sí, se ve algo de Cela, de Umbral, y de algunos estilistas más, pero no hay tanto de los más evidentes, los malditos Hubert Selby, Bukowski, Lowry, Miller y gente así.

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  2. franplan

    Suena a coñazo de cojones. Este señor, además, tiene pinta de cultureta aburrido, de onanista un poquito gay.

    Aprovechando que nunca le he leído, me propongo no leerle jamás, mira tú que cosas.

    Ya está bien, joder!

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  3. Ford Prefect

    Pues francamente, yo creo que el onanismo de algunos críticos superan en espectacularidad al de muchos pajilleros literarios memorables,El que ha escrito la primera crítica de este blog iguala en potencial al mismísimo Ignatius de J.K Toole…¿Cómo se puede ser tan perdonavidas…? No escribes mal para ser un tocapelotas de los que gusta humillar en público… Yo siempre he deseado tener un látigo por lengua en las ocasiones en que me cruzo con alguien como tú pero, claro, yo tengo un poco de respeto por el esfuerzo y el arte y no hallaría satisfación en abochornar a un auditorio despellejándote por el puro placer de hacerlo, como lo haces tú .Es más, respeto hasta un intento sincero de expresión.Así nace el arte. No me pajeo soñando con el patético olimpo de enganchar a una pobre petarda impresionable y con mi sapiencia vitriólica bajarle las bragas en un descuido de sábado tarde con cuatro aforismos y un par de citas rimbombantes.¿Por qué no intentas tú escribir algo que transmita sin habérselo robado a una de tus vacas sagradas. Verás como no es tan fácil Acabo de descubrir «A bordo del naufragio» y me está resultando muy certero en lo que un gran analista como tú considera derivas y en tus propias palabras «digresiones narrativas». A mi me parece que esa era precisamente la intención del autor. Mostrar ese desparrame de pensamientos,sensaciones y primeras grandes verdades y mentiras de la marmita hormonal que es la cabeza de un postadolescente universitario, deslocalizado y por ende inseguro, que afronta de forma bastante infructuosa los avatares de su presente sin grandes esperanzas en su futuro, que parece negarse salvo como artificio para sostener su hoy.A esa edad, su todo.
    No me siento identificado con ese pobre diablo que espero ficticio, pero el autor consigue trasladarme algunas sensaciones olvidadas de conmiseración que yo mismo me recuerdo obligándome a ignorar por algún semejante análogo al protagonista y que pasó por mi lado durante aquellos arrogantes y crueles ,por bisoños,, añitos mozos míos….Y yo no era especialmente fundamentalista a la hora de acercarme a un «maldito» de ésos que podían arruinarte tu vida social sólo por decir tu nombre en alto.,.Nunca estuve tan arriba.La intención del autor no parece sino expresar algo que desde luego no parece acabar de satisfacer a tu tan cultivada bibliografía perdonal , pero deberías preguntarte un día frente a un espejo si realmente crees que a alguien le importa un carajo lo que opinas.El esfuerzo de Olmos es respetable y su artificio logra el objetivo. Yo estaría orgullosos de haber escrito algo así, sobre todo si lo he hecho para mí.La guinda después de tan brutal e insensible acometida ha sido «el me ha divertido»… Si localizas al autor, igual consigues que te la chupe y te ahorras el riesgo de codo de tenista. Hala, ya puedes acabar de cascártela…Vaya país de sobrados y envidiosos.Seguro que el tostón ése de los detectives salvajes( trilogía, además) fue premiado al peso y como muestra de amor fraterno a nuestros hermanos de sarapa y sombrero de paja que a otros criterios más audaces y menos convenientes a la logia de gente «estupenda» como tú. Estoy harto de leer chufas de a kilo setecientos como ésas…

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  4. yaiza

    Pues acabo de leerla en dos tardes y no me ha disgustado, la verdad, me parece de lo más decente que se ha publicado en este país, teniendo en cuenta que Olmos tenía 20 años cuando la escribió…. algún defecto tiene, pero en general es bastante buena.

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