Valle-Inclán. Los botines blancos de piqué, Francisco Umbral

EDITA AUSTRAL en edición de bolsillo el panegírico de Umbral a Valle-Inclán y lo adquiero por mero interés retrospectivo. Leer a Umbral después de muerto es como intentar reverdecer un periódico del día anterior que se nos pasó inadvertido y cuyas noticias ya no nos importan.

Sobre unos epígrafes aleatorios, más o menos dispuestos entorno a los variados géneros literarios que abordó Valle-Inclán, Umbral desmiga argucias y ocurrencias sintácticas en su merodeo por la azarosa vida del artista, deteniéndose en los virajes ideológicos y los meandros estilísticos del creador. Sin rigor para cargar el dato y armar una biografía canónica, Umbral pontifica sobre el héroe libresco de forma más caótica y sentimental que rigurosa. Algunas biografías constan exclusivamente de cambios de domicilio. Son el ejercicio de la minucia, un absurdo. Que dijo Borges.

Nos pudiera parecer aquí que Umbral se decide a hablar muy bien de sí mismo utilizando a Valle como excusa. Para ello se sienta en las rodillas del gallego y le empieza a atusar las barbas fluviales y navegables con la lengua hasta que la boca se le hace un ovillo de pelos y se añusga de sí mismo. Pero no, lo de Umbral con Valle viene de lejos, de cuando niño por Valladolid, pues que entre los libros de mamá, leyó La Guerra Carlista y se le inflamó una ardiente pasión en el pecho. Comienza:

“No ha habido nunca gran escritor sin voz propia, pero los estudiosos y los del canon siguen poniendo el énfasis en los contenidos, en los argumentos, en lo sociológico, en lo psicológico, en lo histórico, en todo lo que no es literatura.”

Hay que empezar por desmentir a los del currículum abultado, a los teóricos, los académicos, los filósofos. Salinas decía que Valle es un estilista que vuelve como hijo pródigo al noventa y ocho. Ortega confinó a Valle en un mundo de “princesas rubias y ruecas de cristal.” Mientras que Baroja, refiriéndose a Ortega, exclamaba: “Este Ortega lo que tiene que hacer es decirnos si hay Dios o no hay Dios, que es lo suyo.”

La aportación fundamental de Valle fue el modernismo-crítico. El noventa y ocho fue una floración de estilos y no solo “tanque de pensamiento.” A España la salvan adecentándola literariamente. El modernismo vino a ser una aristocracia del alma que redimió a España de zarzuelas, desfiles, varietés y mesones segovianos.

Bradomín es un Valle estilizado con un afán de dandismo. Carlista por estética, viajó a México porque se escribía con equis. El dandi por definición no puede ser sentimental. Quiso el degüelle para las oligarquías mexicanas y la guillotina eléctrica en la Puerta del Sol. Valle es acre, cínico, agudo, irónico. Sus transiciones más llamativas fueron las de aldeano galaico a joven indiano, de carlista, gerifalte antañón, labriego y señorito montaraz, a dandi artificioso.

Estilísticamente Valle pasa de la musicalidad modernista al nervio filoso expresionista. Valle se germaniza, aunque también se americaniza siguiendo las maneras de Dos Passos en Manhattan Transfer. Podemos decir que Valle habita en la famosa estrofa de Rubén, orífice de mundos:  

y muy siglo dieciocho y muy antiguo
y muy moderno; audaz, cosmopolita;
con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo,
y una sed de ilusiones infinitas.

La guerra Carlista se considera una novela bisagra, inflexión del viraje estilístico, pasa de lo tradicional campesino a lo liberal madrileño. Las influencias de esta época, según se dice, poesía y prosa lírica de Rubén, Barbey y D’Annunzio en las bravatas de Bradomín, y Chateaubriand en La Guerra Carlista.

“Valle estaba hecho de contradicciones. Como cualquiera y más que cualquiera, porque él era más.”

Las cosas no son como son, sino como se recuerdan.

Dominó todos los recursos expresivos del clasicismo a la modernidad. ¿Dramaturgo que hace novelas o novelista que hace teatro? Juan Ramón precisó sus obras como “lámparas con más humo que luz.”

El intelectual se propone explicar el mundo, el artista lo crea. Valle inventa el mundo, las cosas, lirifica la historia (no sin documentación).No pretende servir de biógrafo sino que los políticos de antaño le sirvan de personajes. Su cervantina mano única sólo que más violenta, beligerante y hombruna, pues Valle alcanza violencias de prosa a las que Cervantes no llegaría jamás.

Cuando la musa se vuelve hacendosa el poeta se va al café a hablar de mujeres. De las que crear en la novela o el lienzo. «La niña Chole es un trópico metido en unas bragas de mujer».

Santos Banderas tiene textura de hojalata, de corteza seca, de mercenario inútil.

Lo malo de escribir en una provincia es que uno llega fácilmente a ser el más listo de la comarca, y eso es fatal. La provincia te da una gloria de concejal.

El joven Valle sugerirá alguna vez a Galdós escribir menos y más cuidado. Pero Galdós escribía a tanto la línea y tenía prisa. Valle prefirió cuidar su prosa y pasar hambre.

Mallarmé dijo que Hamlet es el gran señor latente que nunca llega a ser. Valle sí llega a ser pero estuvo casi toda su vida, de gran señor latente. Los seres que llegó a ser Valle son: Carlista, en oposición al madrileñismo. Indiano, de donde surgieron Tirano Banderas y Las Sonatas. Bohemio, Comedias Bárbaras, Luces de Bohemia, el esperpento. Dandi, gloria, dinero y confort contra lo que luchar, para no quedarse en burgués ilustrado. “Despreciar a los demás y no amarse a sí mismo.” Periodista, avillana el estilo, disciplina que muscula su prosa y confiere genialidad. Actor, muchas ideas y poco instinto actoral. Republicano, Azañista, anarquista final, siguiendo una cadenciosa tendencia natural del simbolismo a la revolución.

Hombre complejo pues, casi conmovedora la contemplación de Valle equivocándose con todo para acertar sólo con la obra. Sin más línea maestra que el imperturbable dandismo, proyecto en la vida, la persona y la obra. Entregado a su externidad.

“Don Estrafalario: Los sentimentales que en los toros se duelen de la agonía de los caballos son incapaces para la emoción estética de la lidia. Su sensibilidad se revela pareja a la sensibilidad equina.”

Valle cuando hace prosa, o cuando hace tertulia, está dejando que toda la corriente ancha del castellano, con sus poderosos afluentes pase por su persona. Un hombre callado sigue siendo un mono ingenioso e industrioso. Sólo el habla, que es exterioridad, nos salva de ese viaje hacia atrás, antropológico que se produce en el silencio. Valle es exterioridad. La exterioridad de Valle puede ser: la elocuencia de café, la novela dialogada, el teatro plástico, pictórico, con una wagneriana integración de las artes, los botines blancos o grises (de fieltro), el discurso de Max Estrella, y gente alrededor que comúnmente habla mucho.

El Ruedo Ibérico critica la razón histórica mejor que los historiadores y novelistas, mediante el modernismo crítico del que saldría el esperpento.
Valle tenía el don espiritual de la prosa (Valéry). El escritor es el primer lector de sí mismo, por tanto el primer sorprendido de lo que escribe. Sin autosorpresa no se puede esperar que la encuentren los lectores. Se escribe para epatarse uno mismo. Valle escribió fácil y gozoso, por eso escribió tanto. Se lee con facilidad lo que se escribe con facilidad. Pues que la cadencia de su estilo nos lleva.

«El verbo de los poetas, como el de los santos, no requiere descifrarse por gramática para mover las almas. Su esencia es el milagro musical.»
 

Pienso que de entre todas nuestras vidas la más valiosa no es la más sincera -¿dónde está la sinceridad?-, sino la más sinceramente vivida.”
Hombre que se disfrazó de muchas cosas, o las fue, que interpretó muchos papeles que previamente se había escrito a sí mismo, que vivió vidas equivocadas y verdaderas a través de las cuales pasa su auténtica vida, el modelo final, más falso que ninguno, pero también el más auténticamente vivido: el Valle anarquista, gran señor enfermo (en 1935 su mal cístico degenera en carcinoma, con frecuentes hematurias, le retira a Santiago, hospitales y camas, cáncer latente, como el brazo que le falta, mutilaciones sin las cuales no se comprende la mística del dandismo. Que como toda mística se alimenta de sufrimiento anterior bizarramente llevado) póstumo de todo y metido en la obra más ambiciosa de toda la literatura española, obra que no acabaría, claro, pero eso también está en la condición fragmentaria del dandi.

¿Dónde está Valle, que no viene a la tertulia? Está en el S.XIX.

Se le había visto pasar por las rúas de Santiago, con la barba vieja, desemblantado y pávido. Dijo a la hora de la muerte: Cuánto tarda esto.«

“¿Es por simple azar que todos aquellos que me abrieron horizontes
nuevos sobre la muerte eran desechos de la sociedad?”    -E.M.Cioran-

2 comentarios en “Valle-Inclán. Los botines blancos de piqué, Francisco Umbral

  1. jonan

    Hace tiempo, por un interés coyuntural en la figura de Valle-Inclán (me resisto a llamarlo «Valle», como hacen sus apoloJETAS), tuve la desgracia de recalar en este libro de Umbral, párvulo que era uno… y encima me lo leí enterito, como yo solía hacer entonces; insana costumbre que tenía servidor hasta que me la quitó cierta novela de un tal Juan Manuel de Prada, al que nunca le estaré suficientemente agradecido… en fin…
    Conclusión: «Los botines blancos de piqué» ES UNA PUTA MIERDA DE LIBRO.
    El culo de la foto que acompaña este post, en cambio, es estupendo… ñam!

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  2. Turgot

    Este libro es magnífico tanto por prosa como por ideas. No entiendo las opiniones tan adversas que genera. Es un ensayo muy libre y literario con una pasión enorme por la palabra escrita, el estilo, y al escritor como personaje de su propia obra.

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